jueves, 22 de julio de 2010

La reforma financiera de Obama

La economía estadounidense no atraviesa por un buen momento. La lenta recuperación que se observa se ve amenazada por muchos factores. Entre ellos la situación europea y el alto desempleo cercano al 10%.

El presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, refiriéndose a las perspectivas económicas, en reunión con el Congreso, señaló que “son excepcionalmente inciertas". Y ante los riesgos de que la situación empeore, no descartó la adopción de nuevas medidas. "Seguimos estando preparados para llevar a cabo las nuevas acciones políticas que sean necesarias para fomentar el retorno a la plena utilización del potencial productivo de nuestra nación” señaló Bernanke.

Bernanke ha reiterado que pasará todavía algún tiempo antes de que la pérdida de puestos de trabajo se modere. Es decir el alto desempleo continuará. Pero el desempleo no es el único factor interno que amenaza la economía estadounidense. El gasto de los estadounidenses no despega del todo y el sector privado, temeroso ante la débil recuperación, se resiste a contratar personal y acrecentar sus operaciones.

Lo paradojal, de las informaciones que llegan de Estados Unidos es que mientras Bernanke comparecía ante el Congreso, señalando las excepcionalmente inciertas perspectivas económicas de la principal economía mundial, y los indicadores de los valores bursátiles caían en rojo, el banco estadounidense Morgan Stanley anunciaba que en el segundo trimestre del año ganó 1.960 millones de dólares, más de once veces que en igual periodo de 2009, cuando logró 149 millones. Quizás, en este último dato se encuentre la explicación de que la gestión económica de Obama encuentre desaprobación y desencanto en la población, que lo eligió con la esperanza de que el ritmo de empleo creciera con más celeridad, se opusiera con fuerzas a Wall Street, y cumpliera sus promesas de campaña.

La reforma financiera de Obama

El Presidente estadounidense acaba de promulgar, lo que la prensa internacional señala como la mayor reforma el sistema financiero desde la Gran Depresión y le atribuye un carácter histórico. "Esta reforma representa la mayor protección de la historia a los consumidores de productos financieros", ha dicho el presidente en el acto de promulgación. "Los reguladores", ha añadido, "solo tendrán una misión: proteger a los ciudadanos, no a los grandes bancos, no a los prestamistas, no a las firmas de inversión. El pueblo americano nunca más tendrá que pagar la factura por los errores de Wall Street" recalcó Obama.

Pero la verdad es que muchos lo dudan.

Poco antes, Robert Reich, ex secretario de Trabajo durante la presidencia de Bill Clinton y profesor de políticas públicas en la Universidad de California en Berkeley señaló “El pueblo estadounidense continuará pagando la cuenta por los errores de los bancos más grandes de Wall Street, porque la legislación no hace nada para reducir el poder económico y político de esos gigantes”. Los críticos de la reforma señalan sus limitaciones diciendo que no impone un límite sobre el tamaño de la banca y no separa la banca (normal) comercial de la banca (de casino) de inversiones.

El economista Doug Henwood, editor de Left Business Observer y experto en Wall Street, comentó al diario La Jornada de México que "sería una exageración decir que la reforma es nada, pero también llamarla transformación mayor del paisaje financiero".

Podríamos afirmar entonces que la reforma financiera de Obama fue “en la medida de lo posible”.

Ciertamente logró una mayoría después de meses de negociación, pero contó con el voto en contra del senador liberal Russ Feingold, que explicó su voto señalando que "las prácticas imprudentes de Wall Street detonaron la peor recesión desde la Gran Depresión y dejaron con la cuenta a millones de estadounidenses. A pesar de estos eventos cataclísmicos, Washington cedió de nuevo ante Wall Street en asuntos claves y elaboró una legislación que fracasa en proteger al pueblo estadounidense del dolor de otro desastre económico".

Aún así, Barack Obama convirtió la ceremonia de firma de la ley de reforma financiera en un acto de reivindicación de su política económica, especialmente por los estímulos fiscales, que de no haber existido, hubiesen llevado la situación a niveles más catastróficos de lo que fueron.

En todo caso, la reforma “en la medida de lo posible” es más un triunfo político. Hay que reconocer pues que encontró enorme resistencia en la mayoría abrumadora de los Republicanos y del lobby financiero y los grandes empresarios. Ha trascendido que el sector financiero gastó casi 600 millones de dólares en lobby para diluir la reforma y buscar saltarse algunos aspectos. Obama ganó en algunos frentes y cedió en otros.

La resistencia de los empresarios se puede constatar en las declaraciones del Presidente de la Cámara de Comercio, Tom Donahue, que en una conferencia de prensa a principios de julio señaló que Obama "está llevando a cabo un programa que está enterrando a los negocios de Estados Unidos en una nueva generación de regulaciones y que está creando más incertidumbre para los empresarios, lo que significará más destrucción de empleo".

Quizás por lo anterior, el 18 de julio, días antes de la promulgación de la reforma, en un artículo titulado Pobrecitos Consejeros, Paúl Krugman le decía a Obama que hiciera oídos sordos a las críticas. Últimamente, escribía Krugman, corren rumores de que la Administración de Obama está "contra las empresas". Y circula la opinión generalizada de que los temores a los impuestos, la regulación y los déficits presupuestarios frenan la inversión empresarial y bloquean la recuperación económica.” Y luego se preguntaba, el Premio Nobel de Economía, ¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones? Nada, se respondía el economista.

Entonces -continúa Krugman en su artículo- ¿por qué oímos hablar tanto del presunto daño que está infligiendo el clima antiempresarial? Básicamente es la vieja historia de siempre: grupos de presión que tratan de intimidar a Washington para que recorte los impuestos y anule las normativas.

Krugman –al cual se sumaría una declaración firmada por Joseph Stiglitz y otros economistas destacados- terminaba su artículo llamando a Obama a continuar con las necesarias regulaciones e insistir en políticas de estimulo fiscal para fortalecer la recuperación. Especialmente cuando todos reconocen que las perspectivas de la economía estadounidense y mundial está llena de incertidumbres.

No obstante, aún no está claro qué tanto apoyo puede lograr Obama tras su victoria legislativa, ya que los estadounidenses siguen molestos por el elevado desempleo. No hay que olvidar que en Estados Unidos hay elecciones legislativas en noviembre próximo.

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