Jovino Novoa, quien fuera Subsecretario General de Gobierno en tiempos de la dictadura, es hoy el nuevo presidente del Senado.
Ocupó el cargo entre el 1 de junio de 1979 y el 25 de mayo de 1982, cuando la represión era una política de estado. Eran tiempos duros. Tiempos de censura, persecución y muerte.
Al abandonar el gabinete de Pinochet, después de tres años de labor, confidenció a revista Ercilla "fue un trabajo muy entretenido, pero tremendo y muy cansador, porque tuve que dedicarle entre doce y trece horas diarias".
El actual presidente del Senado, siempre se sintió orgulloso de su labor en el gobierno dictatorial. No se le conoce gesto alguno de autocrítica relacionado con las brutales violaciones a los derechos humanos cometidos por el gobierno al cual sirvió. Nunca alguna explicación acerca de su participación y nunca una condena clara por los hechos en los que, por acción u omisión, tiene responsabilidad política. Fue y será uno de los hombres símbolos de aquél régimen.
¿Qué hace posible que un símbolo de la dictadura asuma la testera de una institución “democrática”? Precisamente las debilidades de la propia democracia. La justicia plena en todos y cada uno de los crímenes cometidos por la dictadura, la sanción penal a civiles y militares cuando corresponden, el cuestionamiento ético a quienes por acción u omisión tuvieron responsabilidades políticas en el terrorismo de estado ha sido una deuda de la democracia.
De haberse realizado plenamente, la derecha no tendría la sobre-representación actual; la ciudadanía sería más exigente y fiscalizadora de las instituciones, los funcionarios y la llamada clase política; la política no enfrentaría los niveles de desprestigio actuales; la democracia sería menos espectáculo y mucho mas real, transparente y profunda y con seguridad, Jovino Novoa no hubiera sido nunca presidente del Senado.
RFC
En la fotografía, que circula en los medios, Novoa en reunión con Sergio Fernández y Humberto Gordon, director de la CNI, la Central Nacional de Informaciones, organismo de seguridad dictatorial
Ocupó el cargo entre el 1 de junio de 1979 y el 25 de mayo de 1982, cuando la represión era una política de estado. Eran tiempos duros. Tiempos de censura, persecución y muerte.
Al abandonar el gabinete de Pinochet, después de tres años de labor, confidenció a revista Ercilla "fue un trabajo muy entretenido, pero tremendo y muy cansador, porque tuve que dedicarle entre doce y trece horas diarias".
El actual presidente del Senado, siempre se sintió orgulloso de su labor en el gobierno dictatorial. No se le conoce gesto alguno de autocrítica relacionado con las brutales violaciones a los derechos humanos cometidos por el gobierno al cual sirvió. Nunca alguna explicación acerca de su participación y nunca una condena clara por los hechos en los que, por acción u omisión, tiene responsabilidad política. Fue y será uno de los hombres símbolos de aquél régimen.
¿Qué hace posible que un símbolo de la dictadura asuma la testera de una institución “democrática”? Precisamente las debilidades de la propia democracia. La justicia plena en todos y cada uno de los crímenes cometidos por la dictadura, la sanción penal a civiles y militares cuando corresponden, el cuestionamiento ético a quienes por acción u omisión tuvieron responsabilidades políticas en el terrorismo de estado ha sido una deuda de la democracia.
De haberse realizado plenamente, la derecha no tendría la sobre-representación actual; la ciudadanía sería más exigente y fiscalizadora de las instituciones, los funcionarios y la llamada clase política; la política no enfrentaría los niveles de desprestigio actuales; la democracia sería menos espectáculo y mucho mas real, transparente y profunda y con seguridad, Jovino Novoa no hubiera sido nunca presidente del Senado.
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En la fotografía, que circula en los medios, Novoa en reunión con Sergio Fernández y Humberto Gordon, director de la CNI, la Central Nacional de Informaciones, organismo de seguridad dictatorial
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